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La Declaración Universal de los Derechos de los Animales (UDAR) - 1998

Esta declaración de Derechos de los Animales, lanzada en el año 1998, por la organización Uncaged Protecting Animals [1] aporta una mirada profunda de los derechos en relación a los intereses de los individuos de todas la especies animales. Por esto traemos de vuelta esta texto, en el Día Internacional de los Derechos Animales, con el ánimo de reivindicar esos derechos y continuar con el propósito de su reconocimiento legal y moral, como una parte fundamental en el camino hacia el Fin del Especismo.


Sofía Dumat / Clamor de Libertad
por Uncaged Protecting Animals | 10 diciembre 2021

"La atribución de derechos morales y legales a los animales y su consagración en una Declaración de los Derechos de los Animales de las Naciones Unidas es una progresión lógica e inevitable del pensamiento ético".

El 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General de las Naciones Unidas ratificó la Declaración Universal de Derechos Humanos.


La Declaración consagró el principio de que los seres humanos ya no pueden ser tratados por la ley o las políticas públicas como meros instrumentos de los poderosos o de los súbditos del Estado, sino que poseen un valor inherente y se les debe permitir vivir sus vidas de acuerdo con las prioridades que tengan, con sus propios intereses, dentro de los límites del respeto a los demás. La ratificación de la DUDH simbolizó el triunfo del humanismo tras la guerra más devastadora hasta ese momento, en el punto medio de lo que ya se había convertido en el siglo más destructivo de la historia de la humanidad.


Si bien la aplicación de estos principios desde 1948 sigue siendo parcial e imperfecta, la DUDH marcó el comienzo de una nueva era en la moral y la retórica humanas, en la que la compasión, la justicia y los derechos del individuo finalmente prevalecieron sobre la dictadura del poder.


Con motivo del 10 de diciembre, saludamos la visión de los artífices de la Declaración de Derechos Humanos y los esfuerzos de todos aquellos que han buscado convertir ese ideal en realidad. Reconocemos que todos tenemos la responsabilidad de desafiar y superar el abuso de los derechos humanos en todo el mundo, pero también creemos que el mayor tributo que se puede rendir al idealismo de 1948, es reconocer las limitaciones de nuestros propios ideales y buscar construir la moral de nuestro futuro en el mismo espíritu que animó a los redactores de la Declaración de Derechos Humanos en su tiempo.


Creemos que el futuro no pertenece ni al afianzamiento ni a la consolidación de los ideales de 1948 sino a su extensión. En concreto, creemos que ha llegado el momento de reconocer el imperativo moral de incluir a los animales no humanos en el ámbito de protección que establece la Declaración. La raza humana ha reconocido desde hace mucho tiempo que los animales no son simplemente los instrumentos de nuestros deseos o voluntad, y que la realidad de su capacidad para experimentar placer, dolor, felicidad y sufrimiento, nos obliga a reconocer que hay que pedir límites éticos, al igual que con los humanos, en la forma en que tratamos a los no humanos.


La atribución de derechos morales y legales a los animales no humanos y su consagración en una Declaración de los Derechos de los Animales ratificada por Naciones Unidas es la progresión lógica e inevitable de este principio.


Presentamos, por tanto, la Declaración Universal de los Derechos de los Animales:


  • En la medida en que existe amplia evidencia de que la mayoría de especies animales son capaces de sentir, condenamos totalmente cualquier sufrimiento infligido hacia los animales no humanos y la limitación de su comportamiento y otras necesidades, salvo cuando sea necesario para su propio beneficio individual.


  • No aceptamos que una diferencia de especie por sí sola (del mismo modo que una diferencia de raza) pueda justificar la explotación u opresión desenfrenada en nombre de la ciencia o el deporte, o para su uso como alimento, con fines de lucro comercial o para cualquier otro fin humano.


  • Creemos que no se puede hacer ninguna diferencia entre los animales en términos de evolución y ética, y declaramos nuestra convicción de que todos los seres sintientes tienen derecho a la vida, la libertad y la autodeterminación.


  • Por tanto, pedimos la protección de todos estos derechos.


La explotación de los animales por los seres humanos está tan profundamente arraigada en la cultura humana hoy como lo estuvo antes la explotación de los seres humanos. El progreso en los derechos humanos que caracterizó a los siglos XX y XXI no les habría parecido menos radical a nuestros antepasados ​​de lo que parece ahora la abolición de la explotación animal.


Esta explotación exige una reflexión sobre los derechos de los animales e incluso los derechos humanos. Depende de nosotros buscar una base ética, no en la tradición o la costumbre, sino en los principios ilustrados de justicia y compasión que han forjado nuestros ideales hoy. La suposición de que los animales no pueden tener derechos porque nunca los tuvieron es ahora cosa del pasado. Debemos buscar la verdad con espíritu de apertura, sabiendo muy bien que el futuro siempre ha pertenecido a visionarios que tuvieron el valor de sacudir la buena conciencia de su tiempo. Hoy, cincuenta y tres años después del establecimiento formal de los derechos de los seres humanos, es el momento adecuado para ir más lejos en la reflexión.


Las diferencias entre el homo sapiens y otros animales son innumerables, pero la evolución nos enseña que, en un nivel fundamental, estamos atados por profundas similitudes. Genéticamente casi indistinguibles de nuestros parientes primates más cercanos, los seres humanos no son el pináculo de la evolución, sino una pequeña rama de su gran árbol.


La lección de la evolución es que, al venir de un mismo origen, tenemos múltiples puntos en común entre humanos y no humanos, en casi todos los aspectos.


La ciencia, tanto como la experiencia empírica, nos enseña que ya no es posible suponer que los animales son meras máquinas o conjuntos de instintos y reflejos. Como nosotros, que también somos animales, prosperan en libertad y se marchitan cuando son oprimidos. No se puede ahora pretender refugiarse en la ignorancia.


Es posible que los animales no puedan expresar sus intereses en nuestro idioma, o reclamar explícitamente sus derechos, pero la existencia de sus intereses está fuera de toda duda. Todos los animales buscan proteger sus propias vidas, preservar su libertad, buscar lo que les da placer y evitar lo que les causa disgusto o dolor; en resumen, vivir sus vidas de acuerdo con sus propios intereses. Más aún, los animales poseen y expresan características distintivas como individuos. En todos estos aspectos, se asemejan a los seres humanos, por mucho que los detalles de sus vidas difieran de los nuestros. Los demás animales padecen dolor y experimentan sufrimiento, buscan proteger su propia vida, su libertad e integridad, al igual que nosotros.


Se afirma que los animales pierden el privilegio de los derechos porque carecen de nuestra inteligencia, nuestros lazos emocionales o nuestro sentido de la moral; o porque no pueden aceptar las responsabilidades que incumben a los miembros de la sociedad. Si bien pocos negarían que casi todos los seres humanos poseen estas capacidades en un grado mucho mayor que en los demás animales, nunca se ha establecido por qué esto debería negar a los animales la protección contra la explotación o el daño. Muchos seres humanos también carecen de estas cualidades, como los niños pequeños o los que padecen trastornos mentales por enfermedad, discapacidad congénita o accidente. Reconocemos con razón que estos seres humanos merecen no menos protección sino más protección: no la negación de sus derechos, sino el refuerzo de ellos. Tenemos un deber especial para con todos aquellos que no pueden participar activamente en la sociedad humana o defender sus intereses por sí mismos. Aplicar principios contrarios a humanos y no humanos en este sentido es ser culpable de discriminación injustificable.


La negativa a reconocer los derechos de los animales no se basa en una distinción significativa o relevante entre humanos y no humanos, sino en la misma razón que motivó y sigue motivando la negativa a reconocer los derechos de ciertos seres humanos: porque este reconocimiento va en contra de la libertad de quienes detentan el poder. Los derechos humanos se obtuvieron a expensas de los privilegios de los ricos y poderosos, a pesar de su oposición. La oposición a la emancipación de los animales no se basa ni en la razón ni en la justicia, sino en una falsa idea del interés humano.


En última instancia, los derechos de los animales amenazan fundamentalmente la libertad de algunos seres humanos de utilizar a los animales como mejor les parezca o para servir a sus propios intereses. Los argumentos hostiles a los derechos de los animales no resisten ningún enfoque lógico o ético porque son la manifestación reaccionaria de una filosofía anticuada y engañosa.


La pretensión de que los asuntos humanos existen aislados de los de todas las demás criaturas vivientes de nuestro planeta ya no es sostenible. La evolución no nos enseña arrogancia sino humildad, y las mayores locuras de nuestro siglo tecnológico sirven para reforzar la lección de que el mundo natural no es ni de nuestra propiedad ni está a nuestro servicio. Tratar de invocar nuestro estatus como especie dominante para justificar negarnos a extender los beneficios de la compasión y la justicia a otras especies tampoco tiene sentido. El poder ya no es la medida del valor moral. Esa es la lección de nuestra época.


Al igual que los redactores de la Declaración Universal de Derechos Humanos, que se basaron en la larga tradición filosófica heredada del Siglo de las Luces para denunciar los horrores de la primera mitad del siglo XX, los redactores de la Declaración de los Derechos de los Animales han sido motivados tanto por la tradición filosófica humanista como por la escala y naturaleza sin precedentes de la explotación animal en nuestro tiempo.


La ganadería industrial, la destrucción del medio ambiente natural y la introducción de procedimientos científicos novedosos como la clonación y el xenotrasplante representan un abuso de la vida y de los intereses de los animales inimaginable incluso hace medio siglo. La coexistencia del reconocimiento del principio de los derechos individuales para los seres humanos y, al mismo tiempo, del abuso y explotación institucionalizados de los animales a escala global, plantea un desafío ético que ya no puede ser ignorado y que, estamos convencidos, será el motor de la evolución de la ética e inevitablemente, de la civilización durante las próximas décadas.


La Declaración de los Derechos de los Animales es tanto una declaración de intenciones como de principios [2]. Celebramos el cincuentenario de la Declaración original al anunciar nuestra intención de lograr el objetivo de consagrar los derechos de los animales en la política de las Naciones Unidas antes del centenario de esa fecha, el 10 de diciembre de 2048. La sociedad humana está llamada a redefinir su concepción del progreso. El reconocimiento y la protección de los derechos de los animales es tan revelador del avance de nuestra civilización como lo es el reconocimiento y la protección de los derechos humanos. La evolución de la civilización humana, sus principios y prácticas se configuran en un proceso que resiste la prueba del tiempo. Ciudadanos del mañana, los niños y jóvenes de hoy buscarán, como nosotros, transformar las mentalidades de su tiempo. El futuro es de ellos, pero comienza con nosotros, hoy.

 

Esta declaración fue traída en español, por primera vez, gracias a la organización Ánima de Argentina, en el primer DIDA (Día Internacional de los Derechos de los Animales) en el año 2006.

La presente traducción del original en inglés al español fue hecha por: Crisálida - Revista de Pensamiento y Acción por el Fin del Especismo.


Organización UNCAGED Protecting Animals

Fundada en noviembre de 1993, por Angela Roberts y Lynn Williamson, y con sede en Sheffield, Inglaterra, Uncaged hizo campaña contra los experimentos con animales y, en particular, contra los xenotrasplantes (trasplantes de animales a humanos). En 1994 lanzó el boicot global de la empresa de experimentación con animales Procter & Gamble. Hizo campaña por la acción democrática en cuestiones de animales a través del sistema político. Cincuenta años después de la ratificación de la Declaración de Derechos Humanos, lanzó el Día Internacional de los Derechos de los Animales en 1998 como un tema central de nuestra Declaración Universal de los Derechos de los Animales.


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Estamos construyendo un nuevo mundo, justo y en libertad, y el especismo debe acabar!


Publicado bajo licencia internacional de Creative Commons (CC BY-NC-ND 4.0)

 

Notas


1. Esta organización actualmente no se encuentra activa, funcionó desde 1993 hasta el año 2012. Encuentra sus campañas e iniciativas realizadas durante su vigencia en su página web archivada: http://www.uncaged.co.uk/
2. Para la versión traducida al francés, compartimos este enlace de la organización International Campaigns https://www.international-campaigns.org/journee-internationale-droits-animaux/la-declaration-udar/

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