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Bioética. Una revisión de la relación ética del humano hacia animales y plantas

Traemos al presente este artículo del autor Fritz Jahr, publicado en 1927 en la, en su tiempo, prestigiosa revista alemana "Kosmos". En este escrito Jahr menciona por primera vez el termino "bioética" aportando una visión integral a la ética de la vida, para repensar la relación que los humanos establecemos con otros animales y con las plantas. Un texto imperdible que aporta al día de hoy, posturas de tipo no antropocéntricas que redefinen la discusión en torno hacia quienes deberíamos mirar en el propósito de revisar nuestra moral actual y de esta manera construir una nueva manera de convivir en armonía, con esos otros con quienes cohabitamos el planeta.

Susana Castro Guarín / @tutycg
por Fritz Jahr | 16 junio 2022

La estricta distinción entre lo animal y lo humano, dominante en nuestra cultura europea hasta finales del siglo XVIII, ya no puede sostenerse. El corazón del ser humano europeo hasta la Revolución Francesa luchaba por la unidad del saber religioso, filosófico y científico; pero tal unidad tuvo que ser abandonada ante la presión de una mayor cantidad de información.


Siempre será mérito de las ciencias naturales modernas haber hecho finalmente posible un estudio imparcial del mundo. No seríamos buscadores de la verdad hoy en día, si hubiésemos renunciado a los resultados de la experimentación con animales, las pruebas en sangre, etc. Pero por otro lado, no podemos negar que precisamente estos triunfos científicos del espíritu humano le han quitado la posición dominante al ser humano en el mundo en general. La filosofía, que anteriormente prescribía ideales rectores para las ciencias naturales, ahora tiene que construir sus sistemas sobre la base del conocimiento específico de las ciencias naturales, --por lo que sólo fue una interpretación poético-filosófica de la intuición de Darwin, cuando Nietzsche consideró al humano como una etapa algo inferior hacia un sabio superior en la evolución, como una "cuerda extendida" entre el animal y el superhombre.


¿Qué resulta de esta revolución? En primer lugar, la equivalencia fundamental del ser humano con los animales como sujetos en psicología. Hoy [la psicología] no se limita a los seres humanos, sino que aplica los mismos métodos también con respecto a los animales, y, como lo documenta la investigación anatomo-zoológica comparada, se han realizado equiparaciones muy instructivas entre el alma humana y el alma animal. Sí, incluso los comienzos de la psicología de las plantas son visibles, los representantes más destacados son G. Th. Fechner en el pasado, R. H. France, Ad. Wagner y el indio Bose en la actualidad, por lo que la psicología moderna abarca a todos los seres vivos en la investigación. Dadas estas circunstancias, es lógico que R. Eisler hable de Bio-Psicología (Bio-Psychik, la ciencia del alma de todos, de lo viviente).


Desde la Bio-psicología hay solo un paso hacia la Bio-ética, es decir, la asunción de obligaciones morales no solo hacia los humanos, sino hacia todas las formas de vida. En realidad, la bioética no es sólo un descubrimiento de los tiempos modernos. Un ejemplo especialmente llamativo del pasado es la figura de San Francisco de Asís (1182–1226) con su gran amor hacia los animales, su cálida simpatía por todas las formas de vida, siglos antes del romanticismo de Rousseau por toda la naturaleza.


Cuando la unidad de la cosmovisión europea se rompió al final del período barroco, la vida intelectual europea por primera vez se encontró lista para acoger la influencia de las cosmovisiones foráneas, sin prejuicios. Ya el espíritu comprensivo de Herder, probablemente el más sensible desde aquellos días al porvenir, esperaba del ser humano que, a partir de la imagen de la deidad que todo lo abarca, se proyectara así mismo en todas y cada una de las criaturas y comprendiera sus necesidades. Tal razonamiento ya recuerda a la filosofía india, que a través de Inglaterra acababa de ser descubierta. Pero solo durante la época del romanticismo, la India realmente influyó en la vida intelectual europea, incluida su entonces provincia más importante, Alemania. La enseñanza de la reencarnación, tal como se desarrolló en la India, ha influido en el razonamiento de las escuelas indias de filosofía, especialmente en la escuela de Sankya. Producto de esta escuela es la enseñanza del yoga, que extrae las consecuencias más rigurosas de estos razonamientos. Al yogui penitente bajo ninguna circunstancia se le permite vivir a costa de sus co-criaturas; sobre todo, bajo ninguna circunstancia matará a ningún animal, sino que sólo bajo ciertas condiciones disfrutará de los alimentos vegetales. Tiene que usar un velo sobre su boca para no inhalar ni siquiera un pequeño ser vivo; por la misma razón tiene que filtrar el agua potable y no se bañará. La compulsión a no dañar a un ser vivo en proceso de autoconservación lleva incluso a algunos yoguis penitentes a comer estiércol de caballo. Si en este contenido se menciona a Buda, hay que subrayar que especialmente este líder religioso rechazó tal autolesión fanática de la escuela de yoga. Buda prohibió la comida basada en productos animales, pero permite totalmente los alimentos basados ​​en vegetales. Qué tanto el Buda mismo y sus enseñanzas creían totalmente en la reencarnación del alma, para nosotros los europeos queda muy bien demostrado en la colección de historias budistas recopiladas por Jatakas, historias atribuidas a Buda y que narran sobre sus primeros años de vida. Afirma que ha vivido antes como ser humano, pero también recuerda sus vidas anteriores como elefante, gacela, cangrejo, etc. Aún más bellas que en Francisco de Asís, estas narraciones expresan el pensamiento de que un ser humano está relacionado con todas las criaturas en esencia. Tal secuencia de razonamiento provocó pensamientos similares en la vida intelectual europea, aunque no en una versión tan estricta. El teólogo Schleiermacher (1768–1834) declaró inmoral destruir la vida y la formación, tal como son, si no hay causa razonable para hacerlo. Del mismo modo, el filósofo Krause, contemporáneo de Schleiermacher, pide respetar a todos y cada uno de los seres vivos y no destruirlos sin razón. Porque todos, plantas y animales, también los humanos, tienen derechos similares, pero no iguales según los requisitos para alcanzar su destino específico. El filósofo Schopenhauer, quien reivindicó como de especial importancia en su ética la basada fundamentalmente en el sentimiento de compasión y exigida también hacia los animales, se refirió abiertamente al mundo intelectual indio. A través de Richard Wagner, quien estuvo fuertemente influenciado por Schopenhauer y fue un compasivo amante de los animales y amigo de la protección de los mismos, esos pensamientos se han convertido en un valor común para un grupo más amplio de personas.


Así, en lo que respecta a los animales, tal regla se ha vuelto autocomprensiva, al menos en lo que se refiere a la tortura innecesaria. Con las plantas es diferente, entonces. Para algunos, en un primer momento puede parecer poco razonable tener ciertas obligaciones éticas hacia las plantas. Pero ya [el apóstol] Pablo había dirigido nuestra compasión hacia los animales y las plantas. Comparables son las interpretaciones sentimentales iluminadas en el tercer acto de Richard Wagner de 'Parsifal'. Con piadosa devoción, los humanos evitan, al menos el Viernes Santo, que los tallos y las flores de los campos se dañen al andar con cuidado. Pero también en los razonamientos sobre la ética de las plantas de un filósofo serio como Eduard von Hartmann, fallecido hace 20 años, encontramos pensamientos similares. En un artículo sobre la flor-lujo describe una flor cortada:


“Es un organismo mortalmente herido, sólo sus colores aún no destruidos, una cabeza inmóvil, pero separada del torso. – Cada vez que veo una rosa en un vaso de agua o atada a un ramo, no puedo luchar contra la desagradable idea de que un ser humano ha aniquilado la vida de una flor con el propósito del disfrute de sus ojos mientras ésta muere, un ojo que es bastante cruel, que no siente una muerte antinatural bajo el velo de la vida."


La mayoría de la gente, naturalmente, no es tan sensible como Ed. Von Hartmann. Sin embargo, todos saben muy bien, que las plantas son seres vivos, que cortar flores les hace daño; pero el pensamiento de que la flor pueda sentirlo está muy lejos. El concepto de planta-alma hasta ahora no se ha arraigado en nosotros. Además, sabemos que las flores también mueren y se secan mientras están en la planta y, por lo tanto, no hay problema con cortar flores, en particular cuando se cultivaron para ese propósito específico.


Por lo tanto, partimos de un punto de vista totalmente diferente al de los yoguis penitentes, que no quieren lastimar a ninguna entidad viviente. Además, nuestras regulaciones por ley y policía que protegen ciertas plantas y flores en áreas específicas (como las plantas en los Alpes) se basan en suposiciones totalmente diferentes. El estado policial tiene la intención de proteger esas plantas de la extinción en esas áreas, también para que la gente las disfrute en épocas posteriores. Siempre que abundan las plantas, el Estado no pretende protegerlas como un fin en sí mismas. Además, nuestro concepto de protección animal descansa sobre una base esencialmente diferente a la actitud de los indios. Cuando leemos en la novela 'Holy Hate' de Richard Voss, que un Rodyia-boy, es decir, un miembro de una casta representada, ni siquiera quiere matar a una serpiente, porque 'también las serpientes son nuestros hermanos y hermanas', no aceptamos tal razonamiento; de hecho, consideramos que es nuestro deber matar animales dañinos, si podemos. Nuestros animales de granja han sido asesinados por el carnicero y las presas inofensivas por el cazador, porque queremos comer carne, que algunos en nuestro entorno europeo sienten que no pueden faltar, mientras que en los países tropicales la comida vegetariana está disponible en abundancia. Nuestra protección animal tiene, pues, un aspecto utilitario, que los indios valientemente pasan por alto, mientras nosotros nos contentamos con, al menos, evitar sufrimientos innecesarios. Desafortunadamente, las normas legales contra la prevención o el castigo de esas torturas no se introducen con suficiente fuerza en todos los países civilizados. Pero, estamos en el camino del progreso y la protección de los animales recibe cada vez más apoyo en círculos más amplios, de esta manera, casi nadie aceptaría, sin formular al menos una crítica, que un patán sin miramientos decapite flores con un palo mientras camina o que los niños arranquen plantas, para dejarlas botadas, después de unos pocos pasos. Nuestra autoeducación, en este sentido, ya ha hecho progresos esenciales, pero tenemos que ir más allá, para que la norma rectora de nuestras acciones sea la exigencia bioética:


"Respetad por principio a todo ser vivo como un fin en sí mismo ¡Y trátalo, si es posible, como tal!"

 

Traducido del original en alemán y una traducción al ingles, hecha por: Prof. Dr. Hans-Martin Sass, por: Crisálida-Revista de Pensamiento & Acción por el Fin del Especismo.

Corrección de la traducción: Marcela Jiménez Hennessy.


Fritz Jahr

Pastor protestante, teólogo, filósofo y educador alemán, creador del término Bio-Ethik en 1927. Este concepto presenta una acepción más amplia de relación moral entre el ser humano y el resto de los seres vivos, humanos y no humanos. Desarrollado como "imperativo bioético" siguiendo una influencia kantiana, Jahr apuntó a una ética respecto a los seres vivos: animales no humanos y plantas, y una necesaria deliberación en cuanto a las relaciones establecidas con estos (opresivas en la gran mayoría de casos), por parte de los humanos.


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Publicado bajo licencia internacional de Creative Commons (CC BY-NC-ND 4.0)

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