Movilización por la Liberación Animal: Apelación a la Virtud vs. Demanda de Justicia
En este artículo[1] el autor Pierre Sigler analiza a fondo las consecuencias e implicaciones que subyacen al interior de las dos estrategias de acción más comunes, aplicadas por el movimiento de liberación animal (y en definitiva, por cualquier movimiento social): La apelación a la virtud y la demanda de justicia. Pone en cuestionamiento, las perspectivas desde donde cada una parte, así como la eficiencia en los avances hacia el panorama comúnmente deseado: La Liberación Animal y el Fin del Especismo. Un texto que no se puede dejar de lado al momento de reflexionar y replantear en base a la propia experiencia y a la historia del movimiento por los Derechos Animales, en un contexto de estrategias en el activismo y la apuesta por la movilización social.
por Pierre Sigler | 3 febrero 2023
1. Movilización moral
1.1. Demanda de justicia y apelación a la virtud
El campo de la filosofía ética se compone de varias ramas. La metaética es el análisis de los conceptos éticos fundamentales, la ética normativa determina lo que está bien o mal, la ética aplicada examina situaciones concretas... Sin embargo, un campo ha permanecido en gran medida inexplorado: la movilización moral. Cuando se enfrenta ante algo que está mal, ¿cómo se movilizan agentes morales para remediarlo?
Veo dos métodos posibles: demanda de justicia y apelación a la virtud. Una demanda de justicia tiene un carácter fundamentalmente político: es una demanda de cambios jurídicos, institucionales o sociales. Una apelación a la virtud es apolítica: pide a las personas que actúen de manera más virtuosa, que modifiquen su comportamiento individual. En la lucha contra la pobreza, una demanda de justicia podría significar un llamado a la introducción de un estado de bienestar, la fijación de un salario mínimo, la creación de sindicatos, una redistribución generosa de la riqueza (o, para los más radicales, una transformación completa del sistema económico y social). Un llamado a la virtud significa ensalzar la caridad, solicitar a las autoridades locales comedores populares, pedir a los jefes que se esfuercen en beneficio de sus empleados. Significa animar a los pobres a formar un frente unido. Significa aconsejarles que sean más ahorrativos, que trabajen más duro si pueden o que se liberen de los deseos materiales.
Una demanda de justicia opera a escala colectiva. Se dirige a la ciudadanía. Una apelación a la virtud se basa en los individuos. Se dirige a personas particulares: consumidores, donantes, creyentes, discípulos…
De acuerdo con su naturaleza apolítica, la apelación a la virtud puede hacerse bajo un régimen autoritario, mientras que una demanda de justicia requiere democracia (si se quiere evitar el encarcelamiento).
1.2. Causas del mal
Estos dos enfoques se basan en análisis diferentes (aunque no irreconciliables) de las causas evitables del mal. Los defensores del enfoque de demanda de justicia sostienen que las principales causas evitables del mal se encuentran en las estructuras sociales (típicamente las leyes). Abordarlos significa cambiar la ley, crear, modificar o desmantelar esta o aquella institución, ofrecer incentivos (financieros o de otro tipo) para cambiar el comportamiento de las personas (un impuesto al carbono, por ejemplo). Los defensores del enfoque de apelación a la virtud ven las fallas de los agentes morales como las principales causas evitables del mal. Falta de compasión, codicia, pasiones demasiado violentas, falta de educación moral; en una palabra, vicio. El remedio, entonces, consiste en predicar la moralidad a los individuos, estimular su compasión (mediante la proyección de documentales con contenido explícito, por ejemplo), ayudarlos a calmar la violencia de sus pasiones (a través de la oración, la meditación o la lectura de otro libro más sobre sabiduría antigua), informarles; en definitiva, estimular su virtud.
Los defensores del enfoque de la demanda de justicia no niegan la importancia de los patrones individuales de comportamiento, pero creen que pueden modificarse más eficientemente mediante medidas políticas que predicando la moralidad de una persona a la vez. Para ellos, es más fácil actuar sobre las raíces sociológicas de estos patrones de comportamiento que sobre sus raíces psicológicas.
1.3. Una estrategia cargada de implicaciones
A la hora de movilizar agentes morales, limitarse a apelar a la virtud conlleva algunas implicaciones adversas: que el asunto de la movilización repose sobre una ética de la virtud, que lo que se propone vaya más allá de nuestros deberes morales o que ni siquiera sea realizable; o que hacer lo contrario sea legítimo.
1.3.1. Una ética de la virtud
La ética de la virtud es una rama de la ética normativa que tiene por objeto mejorar el carácter de los agentes morales y desarrollar sus virtudes: la bondad, la generosidad, la moderación, el coraje… La ética de la virtud es una moral privada, cuyo fin es el autodesarrollo y el bien de vida. Se opone a la ética universalista, según la cual lo que está bien o mal está bien o mal en cualquier parte del mundo, independientemente de las opiniones del agente[2].
La ética de la virtud siempre ha exhibido un toque de elitismo. Aristóteles lo reservó a los ciudadanos. Un ejemplo más reciente de esta tendencia se llama perfeccionismo. Como su nombre lo indica, el propósito de esta escuela es perfeccionarse a sí mismo. Sus críticos la ven como una doctrina no igualitaria, según la cual se debe favorecer a los individuos excepcionales. Nietzsche es un ejemplo de perfeccionismo[3].
Una apelación a la virtud no siempre se deriva de una ética de la virtud. Por ejemplo, una ONG puede apelar a la virtud de sus donantes pero basar ese llamado en una ética universalista (derechos humanos, por ejemplo). Sin embargo, cuando uno opera sobre la base de una ética de la virtud, uno puede movilizar agentes morales solo apelando a la virtud. La virtud sólo puede provenir de un impulso interior, no de la coerción. Pretender prohibir la mezquindad o decretar la valentía sería absurdo. En última instancia, es más fácil ser virtuoso en un mundo podrido que en uno idílico: un vegano debe demostrar más virtud (fuerza moral) en un mundo especista que en uno no especista.
Una escuela de pensamiento cuya única estrategia fuera apelar a la virtud daría así la impresión de partir de una ética de la virtud y, por lo tanto, de proponer un ethos personal. Tanto más si el comportamiento que busca fomentar es visto públicamente como ascetismo y toma la forma de una lista de prohibiciones, o si este grupo se define a sí mismo por el comportamiento de sus miembros y no por su ideología.
1.3.2. Acciones supererogatorias
Por definición, una demanda de justicia formula demandas necesarias (“hay que prohibir la ablación”, “hay que poner fin a las discriminaciones contra los extranjeros”). Mientras que, en general, las acciones alentadas por una apelación a la virtud son supererogatorias, es decir, exceden nuestras obligaciones morales. Dar a una organización benéfica se considera algo bueno, pero no una obligación moral. Comprar productos orgánicos o de comercio justo se considera moralmente bueno, pero comprar productos cultivados o comercializados convencionalmente no se percibe como inmoral. Es lógico: si una acción es realmente ofensiva, debemos desear prohibirla. Si solo damos recomendaciones, debe ser que no sentimos que sea legítimo prohibirlo. O que creemos que la prohibición es inalcanzable.
1.3.3. Una utopía inalcanzable
Quienes apelan a la virtud a menudo se niegan a sí mismos el derecho a exigir un cambio social cuando sienten que ese cambio es imposible, que lo que proponen es factible solo para una pequeña minoría altamente motivada, pero fuera del alcance de los simples mortales.
La línea de razonamiento subyacente es:
O bien, ya que toda reforma es imposible. La única opción que queda es la promoción de un ethos personal para vivir mejor.
Este cambio se observó en la antigua Grecia. Para poner en práctica sus principios éticos, los filósofos de la Atenas clásica utilizaron un enfoque político: imaginaron ciudades ideales, nuevas constituciones, reformas políticas y económicas. Pero durante el período helenístico (que siguió a las conquistas de Alejandro), las democracias directas de Grecia fueron reemplazadas por reinos y luego por el Imperio (romano). Cuando el cambio político se hizo imposible, la ética personal y las sabidurías pasaron a primer plano: el cinismo, el epicureísmo, el estoicismo…
O que la naturaleza humana es mala e irredimible. La única opción que queda es replegarse en una ética de la virtud aristocrática.
Las religiones a menudo adoptan este punto de vista. La caridad cristiana pretende aliviar el sufrimiento y la pobreza, no tanto luchar contra sus raíces. El sufrimiento se debe al pecado original, por lo tanto es inherente a la naturaleza humana (o incluso merecido). Además, en la moral cristiana tradicional, las consecuencias son una preocupación secundaria (se dejan a Dios); la ética apunta a la redención de los pecados de uno a través de una vida virtuosa.
La no violencia hindú también es un ideal inalcanzable. Insiste en la benevolencia y compasión del agente, siendo el objetivo la mejora de su karma a través de la virtud. El sufrimiento es merecido (uno sufre de acuerdo con su karma, es decir, porque no ha sido virtuoso en una vida pasada). Por lo tanto, no hay razón para abolir castas, mejorar la condición de los intocables, reducir la desigualdad social, etc.
1.3.4 Otras opiniones son legítimas
Recurrir exclusivamente a una apelación a la virtud implica también que las cosas que criticamos son legítimas, aunque dejemos claro que las encontramos inmorales, ya que no todas las cosas inmorales son ilegítimas. Por ejemplo, uno puede estar en total desacuerdo con una corriente política y considerar que, cuando están en el poder, sus representantes implementan políticas odiosas y, sin embargo, considerar que esa corriente tiene su lugar en una democracia, que prohibirla sería un error e instaurar un solo partido sería desastroso, por muy buenas que sean sus ideas.
También se puede renunciar a las demandas de justicia por relativismo moral[4], es decir, identificarse con una teoría moral particular mientras se cree que todos los demás “sistemas de valores” son igualmente legítimos.
1.4. Activando nuestras intuiciones de “ética de la virtud”
Uno no necesita ser explícitamente consciente de la ética de la virtud para pensar dentro de ese marco. Nuestro sentido moral se basa en gran medida en la intuición (Haidt, 2001). Parte de esta intuición, que fue moldeada por nuestra historia evolutiva, pertenece a la ética de la virtud. Antes de entrar en cooperación con alguien, es esencial evaluar su confiabilidad. Con este fin, examinamos su comportamiento pasado para obtener una imagen del tipo de persona que son (sus fortalezas y debilidades, sus vicios y virtudes). Al hacerlo, podemos confiar en los conceptos, líneas de razonamiento y categorías de la ética de la virtud sin darnos cuenta. Por eso, la apelación a la virtud activa, a veces sin que nos demos cuenta, parte de la “ética de la virtud” de nuestro sentido moral.
2. La estrategia vegetarianista actual
Aquí estaré hablando de estrategia, y no de ser vegetariano o vegano, que en sí mismo es algo muy bueno. Una “estrategia vegetariana”, como la defino, es una estrategia basada en las siguientes ideas:
el consumo vegano es esencialmente la medida de lo que se puede hacer por los animales;
la mejor forma de debilitar la industria cárnica es aumentar el número de vegetarianos y veganos;
convencer a otros para que se vuelvan vegetarianos, o mejor aún, veganos, es el método más eficiente para aumentar el número de vegetarianos y veganos.
2.1. Una estrategia basada en una apelación a la virtud
Uno no puede dejar de ver que la promoción del vegetarianismo y el veganismo se basa en un llamado a la virtud. Además, por definición, la educación (sobre veganismo o cualquier otra cosa) no pretende cambiar la esfera pública (leyes, recomendaciones nutricionales del gobierno, programas de las facultades de medicina…) sino la esfera privada (personas).
Por supuesto, gran parte de los que favorecen este enfoque están, en su mayoría, inspirados en la ética universalista y desean un cambio de sociedad (como lo demuestra el hecho mismo de su militancia). Pero sus medios son inconsistentes con sus puntos de vista. Es por eso que el público percibe el vegetarianismo/veganismo como una ética personal (del tipo “ética de la virtud”), como supererogatoria o utópica, y el consumo de carne como legítimo.
Algunas de las objeciones que escuchamos regularmente dan testimonio de esto:
“¡Nadie es perfecto!”
Esta objeción carecería literalmente de sentido en respuesta a una demanda de justicia. Solo tiene sentido cuando se habla de acciones supererogatorias en el marco de la ética de la virtud: cada uno tiene su propia manera de hacer lo correcto para quienes los rodean: algunos escriben un cheque a la caridad, otros se ofrecen como voluntarios para el Ejército de Salvación, otros todavía son vegetarianos.
Así explica su vegetarianismo la fundadora del medio de comunicación Néoplanète:
“No soporto el sufrimiento. El vegetarianismo es mi forma de decir: “¡no!” Somos lo que comemos. Y la espiritualidad, dentro o fuera de un marco religioso, comienza en el plato. Mi esposo, mis hijos, mis amigos comen carne y nunca he intentado convencerlos de que no lo hagan, porque es una decisión personal, un sacrificio que no todos pueden aceptar”[5].
“¡Yo también soy una buena persona!” (o en la misma línea de autocompasión: "De todos modos, no como carne con tanta frecuencia" ).
L'Elfe, un bloguero francés, describe esta objeción:
“Cuántas personas me han hecho sangrar los oídos con lo buenos, lo gentiles, lo no malvados que son, cómo aman a los animales o cuán responsablemente actúan… sin darme cuenta hasta qué punto estratosférico me importa un carajo. Lo único que consiguen sus demostraciones es que me arrepienta de que se sientan juzgados por mi comportamiento, que está a años luz de mi intención”[6].
Aunque puede que esa no sea la intención, así es como la gente interpreta la retórica de "hacerse vegano". Nuevamente, tales objeciones carecerían de sentido en respuesta a una demanda de justicia.
“El vegetarianismo es un tipo de religión”, "Los vegetarianos forman un culto”
Y, de hecho, la moral religiosa es un tipo de ética de la virtud, y para el profano una apelación a la virtud, especialmente de la variedad vegana, parece consistir en una lista de prohibiciones alimentarias (por no decir tabúes). Así lo presenta un médico involucrado en la promoción del veganismo:
“Ser vegano significa no solo no consumir carne animal, por lo tanto, no comer carne roja, ni carne blanca, ni pescado; pero tampoco ningún producto derivado de animales. Los veganos no comen leche, huevos ni ningún producto derivado de la leche o los huevos. En consecuencia, los veganos no comen queso. En resumen, los vegetarianos no comen carne animal, los veganos no comen productos animales”.
La similitud con las prohibiciones religiosas es evidente (la cita es mía):
Un judío practicante no consume ningún producto que no sea kosher, es decir, ningún producto que no haya sido aprobado oficialmente por las autoridades religiosas. Ser judío significa consumir solo aquellos mamíferos que tienen pezuñas hendidas (por lo tanto, sin cerdo o jamón, sin conejo, sin camello, etc.). Las aves están permitidas a excepción de las 24 especies impuras (Lv 11,13-19 y Dt 14,12-18). De los animales acuáticos, sólo se permiten los que tienen escamas y aletas; por lo tanto, un judío no come crustáceos, moluscos y otros mariscos. Otros animales están prohibidos. Los productos de la tierra están permitidos salvo los frutos de un árbol menor de 3 años. La leche de animales puros está permitida, pero un judío no mezcla lácteos y carne en el curso de una comida. Y así sucesivamente.
Algunas de las reacciones más usuales:
“¡ Los veganos se creen superiores!”
“ Los vegetarianos se ven tristes” (traducción: después de todo, no es un gran programa de desarrollo personal)
“ Cada uno tiene derecho a su opinión. Eres libre de ser vegetariano, así que déjame comer carne”.
Con el mismo espíritu, los propios vegetarianos describen el vegetarianismo como un “estilo de vida”. Un estilo de vida no está dictado por una exigencia de justicia, ni siquiera por una moral universalista; es una cuestión de personalidad. Para los que tienen más inclinaciones morales o filosóficas, se deriva de la ética de la virtud, y para la mayoría de las personas es simplemente una cuestión de convención, hábito personal o tradición familiar o social. Además, la literatura vegetariana está plagada de frases propias de la ética de la virtud: “estilo de vida libre de crueldad”, “elegir sin crueldad”, “estilo de vida compasivo”, “veganismo: el camino compasivo”…
2.2 Presupuestos de esta estrategia
Aquí nos interesa lo que presupone esta estrategia cuando es desplegada por personas motivadas por una ética universalista. Cuando un vegetariano basa su vegetarianismo en la ética de la virtud, es perfectamente lógico que apele a la virtud.
2.2.1 En cualquier tema dado, las personas tienen convicciones y actúan de acuerdo con sus convicciones
Los defensores de la educación vegana creen que es necesario actuar sobre las creencias arraigadas de cada persona. Un ejemplo:
“El veganismo es un movimiento colectivo, pero adoptar ese estilo de vida depende de cada individuo como resultado de reflexiones que debe desarrollar por sí mismo”[7].
El tema de la reflexión personal aparece con frecuencia en los textos vegetarianistas[8]. No suelen acabar con una prescripción, ya sea una reivindicación de justicia (“¡hay que abolir la carne!”, “¡Exigimos el cierre de los mataderos!”) o un claro llamamiento a la virtud (“¡debéis dejar de comer animales!”). Se dan argumentos y se deja abierta la conclusión, siendo libre el lector de llegar a la misma conclusión que tú (o no). Así es como termina la sección ética en la página web de la Asociación Vegetariana Francesa:
“Incluso si el sufrimiento animal se redujera a un solo segundo (lo que es impensable en la agricultura intensiva), ¿quitar la vida de un animal cuando no es necesario (ver nuestra página de salud) es una acción legítima? Es una pregunta para la que existen tantas respuestas como personas en la Tierra (sic). ”
Creo que la figura estilística (la hipérbole que afirma que hay miles de millones de conclusiones posibles) es sintomática de una conspicua determinación de no responder a la pregunta que hemos tenido el descaro de formular. Es una manera pintoresca de decir: “todo el mundo tiene derecho a su opinión”. Otro ejemplo de educación vegana:
“No debes decirle a la gente que se vuelva vegana, sino sugerirles la idea. A menos que te lo pidan, tampoco debes exponerlos a fotos de animales muertos, porque quieras o no, es una agresión y tiende a hacerlos sentir culpables, y de hecho algunas veces así se sienten”[9].
La gente debe tomar sus propias decisiones y actuar en consecuencia, se nos dice. Sin embargo, cuando se pregunta a las personas por qué comen carne, la mayoría encuentra la pregunta sorprendente (no estamos acostumbrados a tener que justificar una elección predeterminada). La respuesta más frecuente es “porque siempre he comido carne”, seguida de “porque sería demasiado complicado ser vegetariano” (es decir, los restaurantes y tiendas tienen una oferta vegetariana limitada), “porque me resulta molesto”. (es decir, tengo hábitos carnívoros y me costaría un poco de esfuerzo cambiar), “porque me gusta la carne”[10]. Ninguna creencia personal en estas respuestas, ninguna ideología, solo el peso del hábito y la presión social[11].
Considere el ejemplo de la homofobia. Su declive en las últimas décadas en Occidente no se produjo porque todos comprendieran, en su corazón y en su mente, la falsedad de los sofismas naturalistas, o la vacuidad del concepto de crimen sin víctimas[12] , sino porque la homofobia decreció en la sociedad en general y el discurso homofóbico se convirtió en un asunto socialmente tenso (incluso punible en Francia desde 2005).
Esto se debe a que, sobre un tema determinado, la mayoría de las personas no tienen lo que llamamos una opinión personal. Hacen o piensan lo que hacen y piensan sus compañeros. Además uno puede tener una creencia y no aplicarla (Reus, 2010):
“Estudios reportan constantemente que una parte significativa (y creciente) de la población condena el daño hecho a los animales, aunque lo validan si es por razones de consumo. Aquí hay 3 ejemplos en el contexto francés: Según una encuesta realizada en noviembre de 2009, el 82% de los encuestados dijo que comería foie gras en su cena de Navidad. Otra encuesta, realizada el mismo mes, indicó que el 63% consideraba que los gansos y patos sufrían por ser alimentados a la fuerza, y el 44% estaba a favor de prohibir la alimentación forzada.
En enero de 2000, se realizó una encuesta a los consumidores de huevos con el fin de evaluar su percepción de las gallinas ponedoras en jaulas en batería. Una abrumadora mayoría (más del 80%) se declaró de acuerdo con las frases que describen este tipo de crianza de forma muy negativa. A la pregunta “en el futuro, ¿apoyaría usted la prohibición de la crianza de gallinas ponedoras en jaulas en batería, autorizando únicamente la crianza al aire libre, considerando que tal medida supondría un aumento en el precio de los huevos?” El 86% de los encuestados respondió “sí”. Finalmente, el 70% declaró que el “bienestar animal” es un factor “muy importante” a la hora de comprar huevos. Sin embargo, en el momento de la encuesta, el 90 % de los huevos vendidos en Francia procedían de granjas en jaulas en batería”.[13]
Del mismo modo, entre los partidarios de la agricultura orgánica y el comercio justo, ¿cuántos evitan por completo los productos convencionales?
2.2.2. Postulado: las personas actúan sobre la base de creencias individuales.
En algunos casos, sí actuamos en base a nuestras creencias (creo que está lloviendo, por eso tomo un paraguas); en otros casos, seleccionamos y elegimos nuestras creencias para que se adapten a nuestras acciones.
El caso del consumo de carne pertenece típicamente a la segunda categoría. Primero comemos carne, y solo después, posiblemente, tomamos una decisión sobre el tema.
Incluso podemos actuar sin estar motivados por creencias particulares, de manera rutinaria y automática. Tal es el caso, al menos en parte, de la carne. La gente come carne porque todos a su alrededor lo hacen, y ellos mismos siempre lo hicieron. En otras palabras, cada individuo hace x porque todos los demás (así como uno mismo) hacen x .
2.2.3 Corolario: la mayoría de los carnívoros apoyan los mataderos
La estrategia de conversión parte de la hipótesis, corolario de la anterior, de que (casi) todos los carnívoros apoyan los mataderos, bien porque son especistas hasta la médula, bien porque se niegan a informarse para no disgustarse con los productos animales. Desde esa perspectiva, convencer al público es sinónimo de volverlo vegetariano (o mejor aún, vegano).
Dan Cudahy (2008) escribe:
“Como admite clara y explícitamente el profesor Francione en Lluvia sin truenos, los cinco criterios [que definen la llamada reforma abolicionista] reducen las reformas de prácticas industriales aceptables a cambios tan devastadores para la industria (p. ej., los que resultarían en la eliminación de un aspecto esencial como “matar animales para comer”) que tales cambios no tendrían ninguna posibilidad de ser adoptados en la sociedad especista de hoy. Solo una sociedad con una población vegana políticamente viable aceptaría cambios tan revolucionarios.”
Que argumento tan extraño. ¿Cómo es más fácil convencer a la población de que se vuelva vegana que convencerlos de que (por ejemplo) se debe abolir la carne, o que boicotear los productos de las industrias de cría y matanza es moralmente correcto por principio? Esto solo es sensato bajo el postulado de que todos los carnívoros apoyan los mataderos (y que al mismo tiempo todos los que se oponen a los mataderos son veganos).
Los estudios disponibles demuestran la inexactitud de lo anterior. Ver Reus y Dupont (2012a y 2012b) para una revisión completa. Aquí hay dos ejemplos.
Un estudio realizado por Cazes-Villette (2004) sobre la relación del consumidor francés con la carne reveló que:
El 14% de los encuestados no estuvo de acuerdo con la afirmación: “ Es normal que los humanos críen animales para su carne ”;
el 39% desaprueba que “los animales sean asesinados como resultado de las prácticas de pesca”;
el 58,8% desaprueba que “se maten animales como consecuencia de prácticas cinegéticas”;
Sin embargo, solo el 1,2% de los encuestados eran vegetarianos. Un estudio realizado en los Estados Unidos mostró que en 2011, cuando los encuestados se enfrentaron a la afirmación: “Si los animales de granja son tratados decente y humanamente, no tengo ningún problema con el consumo de carne, leche y huevos”,
El 51% de los estadounidenses expresó un alto nivel de acuerdo (nivel 8 a 10);
42% un nivel moderado (nivel 4 a 7);
7% un nivel bajo (nivel 0 a 3).
Los que estaban totalmente de acuerdo constituían el 63 % en 2007 y el 54 % de los encuestados en 2010.
2.2.4 Corolario: un cierto número de personas debe convertirse al vegetarianismo antes de que se pueda lanzar un debate público sobre la abolición de la carne
Esto es lógico si se piensa que la gente actúa de acuerdo con sus creencias, y que la mayoría de los carnívoros, por lo tanto, apoyan los mataderos y cambiarían de opinión solo después de una reflexión profunda y personal. Una ilustración:
“¿Crees que es posible abolir la carne cuando el 98% de la gente todavía come carne? Nuevamente, si el 98% de las personas fumaran y pensaran que es perfectamente normal asfixiar a quienes los rodean con su humo, hubiera sido simplemente imposible promulgar una ley contra fumar en áreas públicas. No se pueden hacer leyes sin cambiar las mentalidades. No significa que todos deban estar de acuerdo con una ley antes de que pueda ser aprobada. Pero creer que un 2% vegetariano podría abolir la carne es pura ilusión”.[14]
Este comentario también implica algo más: que una apelación a la virtud tiene más posibilidades de convertir a alguien en vegetariano que una demanda de justicia. Creo que esto está mal, considerando las implicaciones de un llamado a la virtud (ver parte 1).
Aunque es difícil extrapolar a partir de un ejemplo, India, donde más de un tercio de la población es vegetariana, no parece apoyar la idea de que una gran población vegetariana automáticamente favorece o engendra un debate público sobre la legitimidad de la carne.
2.2.5 Una concepción sociológica individualista
Dado que un aumento en el número de personas vegetarianas produce una disminución en la demanda de productos animales y, como resultado, una disminución en su oferta, aumentar el número de vegetarianos se considera el medio más eficiente para debilitar la industria cárnica.
“El poder político y económico casi ilimitado que la industria cárnica y ganadera tiene sobre los animales está impulsado en su totalidad por los consumidores, de forma individual o colectiva, que aprueban, solicitan y financian estas industrias, y son en última instancia responsables de su existencia y poder sin restricciones”.
En mi opinión, esta noción se deriva de preconceptos sociológicos reduccionistas.
Todos los individuos son socialmente iguales . Este no es el caso descaradamente. Algunas personas claramente tienen más poder que otras en este o aquel campo. El presidente de la junta asesora dietética del gobierno, el ejecutivo a cargo de la política de suministro de Wal-Mart y los periodistas tienen mucho más poder de influencia que el hombre de la calle.
La demanda determina la oferta. Ciertamente, pero lo contrario no es menos cierto. No me refiero sólo a la publicidad. Muchos estudios sobre economía del comportamiento muestran que la fácil disponibilidad de productos da forma en gran medida a los deseos de los consumidores. La mera exhibición de platos en un buffet altera las elecciones de los clientes[15] La gente come carne porque es la opción por defecto, porque se encuentra en todas partes.
El ejemplo de la legislación sobre armas de fuego de Australia ilustra la influencia que la oferta puede ejercer sobre la demanda. El grupo de presión de armas de fuego afirma que los asesinatos con armas de fuego no son causados por armas de fuego sino por la voluntad de algunos individuos de matar a otros. Aquellos cuyo impulso de matar es lo suficientemente fuerte como para actuar no tendrían problemas para encontrar armas en el mercado negro o usar diferentes armas. Por lo tanto, las leyes que limitan la propiedad de armas de fuego no solo no obstaculizarían el asesinato, sino que también privarían a las posibles víctimas de agresión de un medio para disuadir a sus agresores o defenderse en caso de agresión y, por lo tanto, provocarían un aumento en las tasas de homicidio. Pero, de hecho, después de la reforma de 1996 (que estableció restricciones drásticas a la venta de armas e instauró un programa de recompra de armas en circulación), los tiroteos masivos cesaron. Los homicidios con armas de fuego se redujeron al doble de la tasa anterior a la reforma. En apenas 10 años, los homicidios con armas de fuego se redujeron en un 60 %, mientras que los suicidios con armas de fuego se redujeron en un 65 %. La tasa global de suicidios pasó de 23,6 a 14,9 por cada 100.000 habitantes[16]; la tasa general de homicidios, de 1,9 a 1,3[17]. No hubo un efecto de sustitución estadísticamente detectable (a las armas blancas, por ejemplo). Por lo tanto, parece que la disponibilidad de armas de fuego realmente aumenta el deseo de usarlas.
El comprador final determina la demanda total. Las cosas están lejos de ser tan simples. También es cierto que la gente compra lo que encuentra en las estanterías. Según los datos discutidos anteriormente, en Francia, 4 de cada 5 encuestados afirman oponerse a la cría en jaulas en batería; sin embargo, 4 de cada 5 compran huevos producidos en ese tipo de granja, ya sea porque compran sin prestar atención, porque ceden a la tentación de precios más bajos o porque no hay más huevos de gallinas camperas en los estantes. Además, casi la mitad de los huevos se consumen indirectamente como ingredientes en cenas precocidas, bollería, galletas, en restaurantes, hoteles, cafeterías…
Aquellos sensibles a la causa de los derechos de los animales que todavía comen animales lo hacen debido a bloqueos psicológicos . Curiosamente, esa idea puede coexistir con la idea de que el especismo es omnipresente. Esto es especialmente cierto entre los francionistas: quienes afirman que el 99% de la población que apoya la explotación animal, es especista hasta la médula y, al mismo tiempo, que un gran porcentaje no se siente cómodo con esta explotación. Por eso, Francione repite a cualquiera que esté dispuesto a escuchar “si estás de acuerdo con la afirmación 'hacer sufrir a los animales inútilmente está mal', dame 15 minutos y te haré vegano” [18].
En consecuencia, la solución es sortear estos bloqueos por varios métodos: diluir el mensaje, usar primero argumentos indirectos, abordar el problema desde un punto de vista psicológico y de marketing. Pasamos ahora a estos métodos.
3. Consecuencias de la estrategia de reducción de la demanda por educación del consumidor
Estos presupuestos conllevan varias consecuencias para el comportamiento y el pensamiento de los activistas.
3.1. El método “Testigo de Jehová”
Este método consiste en acercarse a una persona a la vez para convertirla poco a poco. La idea básica de que la gente come carne por convicción personal no tiene en cuenta las determinaciones sociales del consumo de carne.
El método de los "Testigos de Jehová" tiene una consecuencia curiosa: en respuesta al "bloqueo" de la persona promedio, los vegetarianos[19] diluyen su mensaje por varios medios: utilizan argumentos indirectos, no llaman a las cosas por su nombre (es decir, no digan que matar animales es inmoral, absténganse de hablar de asesinatos…). El problema es que al insistir en hacer que el mensaje sea aceptable para los oídos de las personas que no se harían vegetarianas por su cuenta, o que solo se convertirían en flexitarianos los fines de semana, alienas a aquellos sensibles a la causa animal. Y de hecho, seguramente en el marco de un llamado a la virtud, las próximas cohortes de vegetarianos no saldrán de las filas de los aficionados a la caza o los carniceros, sino del 14% de la población que se siente incómoda con el asesinato de animales. Si va a promover el vegetarianismo, ¿no tendría más sentido dirigirse a ellos y desconectarse de las burlas y mofas del otro 86%?[20]
3.2. El lugar de la comercialización
3.2.1. La carne es débil
Los especialistas en ética de la virtud y aquellos universalistas que tuvieron la desafortunada idea de basar su mensaje en un llamado a la virtud se ven obligados a concluir con amargura que los humanos no están a la altura de la moral que diseñaron para ellos. Es decir, la gente no se está volviendo vegana masivamente.
Aquí es cuando comienzan a invocar algunos argumentos egoístas. Las religiones prometen la salvación (o reencarnarse como un brahmán), los defensores de la agricultura orgánica protegen contra el cáncer y los vegetarianos reafirman las erecciones y limpian las arterias.
Con este espíritu, PETA lanzó varias campañas bajo el lema: “Los vegetarianos tienen mejor sexo”. Presentaba anuncios de video que asociaban mujeres con poca ropa y vegetales verdes, o acciones callejeras centradas en (nuevamente, con poca ropa) parejas besándose.[21]
3.2.2. Argumentos indirectos
La destreza sexual es solo uno de varios argumentos indirectos que se utilizan. Los “argumentos indirectos” son aquellos distintos de los argumentos éticos. La idea es que, dado que el objetivo es aumentar el número de consumidores vegetarianos, cualquier argumento vale. Pero los argumentos indirectos tienen un gran inconveniente: no son obligatorios, es decir, no implican ni renunciar por completo a la carne, ni mucho menos a los productos animales, y menos aún el cierre de los mataderos y el desmantelamiento de la industria cárnica. Porque seguro que un plato de pollo de corral y una loncha de jamón ecológico a la semana no enfermará a nadie[22] o destruirá el planeta[23], tampoco un poco de parmesano en los espaguetis o un filete de salmón de vez en cuando. Y además, la buena salud y el progreso espiritual son una elección personal, no una obligación moral. Cuando se presentan al mismo nivel que los argumentos éticos, los argumentos indirectos agravan la idea errónea de que el vegetarianismo es supererogatorio.
Como resultado, los vegetarianos que esperan parecer más consensuados presentando argumentos indirectos, paradójicamente, se muestran como extremistas ya que, aunque sus argumentos muestran que es bueno reducir el consumo de carne animal, se deshacen de ella por completo. Algunos de estos intransigentes incluso se vuelven veganos.
En tercer lugar, los argumentos indirectos de alguna manera desdibujan el mensaje general, como señala un líder de AVF (Asociación Vegetariana de Francia):
“Ahora bien, puede ser que ante tal conjunción de reflexiones –de razones, en realidad, algunas personas se sientan un poco perdidas, y no sepan qué camino tomar, qué argumentos aceptar y cuáles dejar de lado para quizás escoger un poco más tarde. [24]”
3.2.3. solo proponiendo
Un activismo que logre contrarrestar las implicaciones adversas de la apelación a la virtud, es decir, que haga comprender a la gente que su apelación a la virtud no es ni supererogatoria ni utópica, y que la alternativa (comer animales) no es legítima sino criminal, sería percibida fundamentalmente como agresivo. Dado que apelar a la virtud se basa en la creencia de que el mal surge del corazón de las personas, tal apelación implicaría que las personas son villanos bastardos. Una demanda de justicia, por otro lado, hace demandas a la sociedad, no a individuos particulares.
Para evitar este escollo, los vegetarianos se esfuerzan mucho para evitar que parezca que “imponen” algo, para evitar que parezca que están presionando a alguien para que haga algo (consulte la sección 2.1.1). Afirman que lo único que hacen es proponer un estilo de vida. No te estoy obligando, solo mostrándote que se puede hacer, y el resto depende de ti. Un ejemplo ya citado:
“No debes decirle a la gente que se vuelva vegana, sino sugerirles la idea. A menos que te lo pidan, tampoco debes exponerlos a fotos de animales muertos sin su consentimiento porque, quieras o no, es una agresión y tiende a hacerlos sentir culpables, cuando a veces ya lo hacen.”
Esto solo refuerza, en mi opinión, el aspecto supererogatorio del vegetarianismo y el veganismo a los ojos del público.
3.2.4 Ser representante
La literatura vegetarianista les dice a los activistas que representan públicamente a los vegetarianos. Como consecuencia, deberían hacer que la gente quiera convertirse en uno. Se les aconseja, en la medida de lo posible, que sean jóvenes, atractivos, saludables, atléticos, que sonrían, que tengan dientes blancos, que se vean amigables. Parte de esto es sentido común, mientras que el resto es bueno para los representantes de relaciones públicas, no para los activistas.
En la misma línea, a cualquiera que quiera escuchar se le dirá que el coeficiente intelectual de los vegetarianos es más alto que el de la población promedio y que en sus filas se incluyen un cierto número de celebridades glamorosas (de ahí el cartel: “Son famosos [fotos de cantantes] , son hermosas [fotos de top models], son inteligentes [fotos de da Vinci, Tolstoi y Einstein], son atléticas [fotos de atletas], son veganas”).
Al mismo tiempo, se entiende que personalidades tan controvertidas -sin importar por qué puedan ser consideradas controvertidas- como Peter Singer o Brigitte Bardot[25] deben ser desautorizados, ya que su presencia en el movimiento por los derechos de los animales se considera impropia.
De esta forma, los grupos vegetarianos se asemejan más a clubes de servicio que a movimientos políticos u ONG…
3.3 Un énfasis en las causas psicológicas
Como los vegetarianos trabajan a escala individual, tienden a centrarse en las raíces psicológicas del consumo de carne. ¿Por qué esta persona, que está parada frente a mí, se niega a volverse vegetariana? ¿Cómo puedo tranquilizarla, convencerla, abordar sus preocupaciones? ¿Cómo puedo hacer para que no se sienta atacada? ¿Cómo puedo probar que la comida vegetariana es deliciosa? De ahí las degustaciones gastronómicas, los talleres de cocina y otros eventos tan simpáticos.[26]
Centrarse en las causas psicológicas da como resultado descuidar las causas sociales que determinan el consumo de carne (y otros productos animales). Destacan entre ellos: la legislación[27] , los subsidios agrícolas, la disponibilidad de productos alimenticios en el mercado[28], los menús en los restaurantes, los platos servidos en comedores escolares, la vegefobia, la intensa propaganda de grupos de presión financiados por industrias ganaderas y pesqueras, la presión familiar, la presión de los profesionales de los servicios de salud, la difusión institucional del especismo a los niños – los libros de animales en las guarderías, las clases de biología en la escuela media, las clases de filosofía en la escuela secundaria.
A menudo se establece un paralelo entre el patriarcado y el carnismo. De hecho, es notable que, para los pensadores y militantes que trabajan con estos conceptos, el patriarcado pertenece a la sociología mientras que el carnismo pertenece a la psicología.
Patriarcado: “Una forma de organización social y legal que se basa en la posesión de autoridad por parte de los hombres”. (Bonte, 1991)
Carnismo: “El carnismo es el sistema de creencias invisible, o ideología, que condiciona a las personas a comer ciertos animales”.[29] (carnismo.org, 2014)
Del mismo modo, aunque el movimiento de liberación animal existe desde hace unos cuarenta años, el concepto de vegefobia, una barrera social para el vegetarianismo, se desarrolló recientemente.
Muchos vegetarianos insisten en que ser vegetariano es fácil y que los carnívoros simplemente no se dan cuenta de lo fácil que es (dado un período de ajuste y la adquisición de conocimientos dietéticos y culinarios). Yo creo, por el contrario, que los carnívoros son muy conscientes de las dificultades sociales que conlleva el vegetarianismo, y que estas dificultades les disuaden. La mayoría de la gente palidece ante la sola idea de discutir en público, de tener que enfrentarse a la oposición u hostilidad de todo un grupo de personas. Muchas personas son inconsistentes y no pueden resistir la tentación de la carne, que es omnipresente en nuestra sociedad. Muchos no conocen a ningún vegetariano en su círculo social y tienen miedo al aislamiento. En palabras de Martin Balluch, los humanos son animales sociales más que racionales.
3.4 El énfasis en el comportamiento
Otro efecto perverso de la estrategia veganista es que los medios describen a quienes se oponen a la explotación animal como veganos (en lugar de antiespecistas, sentientistas, activistas por los derechos de los animales, igualitarios, opositores a tal o cual práctica, etc.).
El énfasis se pone en su comportamiento más que en sus ideas. Por lo general, sigue una tediosa lista de prohibiciones, hasta las más extrañas incluidas, en lugar de argumentos morales.
En 2003, el diario francés Libération escribió un artículo sobre el tercer Veggie Pride. Alrededor del 70% del artículo está dedicado a las dificultades del estilo de vida vegano (que se describe como una prueba obsesiva) y a listas interminables de artículos autorizados y prohibidos, hasta el más mínimo aditivo de látex para preservativos.
La ambigüedad que rodea a la leche materna es una ilustración de cómo el público ve el veganismo principalmente como una lista de prohibiciones en lugar de una postura moral. Algunos se preguntan si los veganos se oponen a la lactancia[30]. La idea es completamente absurda, pero muestra que algunas personas han registrado "los veganos no beben leche" o "los veganos no consumen ningún producto animal", en lugar de "los veganos están en contra del asesinato de terneros y los métodos industriales de ordeño de vacas, incluida su matanza cuando su productividad disminuye”.
3.5 Reducción al homo economicus
Esta reducción conduce a la percepción del ser humano únicamente como consumidor, y no como ciudadano. La cobertura mediática de la cuestión de los derechos de los animales a menudo se aborda completamente a través del prisma vegetariano.
Un programa de radio francés recientemente pretendía hablar sobre “la abolición de la carne” (“Le choix de la rédaction”, France Culture, 20 de mayo de 2013). Al final resultó que, durante los cinco minutos del programa, se dijo muy poco sobre esta demanda política (se limitó a la abolición de la agricultura industrial) y los argumentos morales detrás de ella (se redujeron a "la agricultura industrial es mala para el medio ambiente y cruel con los animales”). El grueso de la muestra se centró en: una tipología de activistas en función de sus hábitos de consumo, desde los más moderados (semivegetarianos y vegetarianos[31]) a los más radicales (veganos); la apertura en París de un restaurante vegano, cuyo chef se enfoca en los problemas de salud y medio ambiente; una cliente de este restaurante hablando sobre la reacción de sus padres ante su presentación como vegetariana y las bromas de sus amigos sobre su dieta; la escasa oferta de productos y comidas sin carne en Francia; la evolución de los paradigmas mentales. Conclusión: “La mentalidad de la gente todavía está lejos de la aceptación de tales regímenes dietéticos”.
En resumen, este es un programa que se enmarca en "las tendencias de consumo", no en "temas sociales". Esto no es un problema en sí mismo (las tendencias de consumo son un tema legítimo e interesante, por supuesto), pero es un problema en la medida en que se