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Minoría dentro de la minoría: el veganismo radical como antídoto a la normopatía

Adriano Fragano, fundador de la revista antiespecista italiana Veganzetta, sacude en tiempos de pandemia a todo el movimiento que lucha por la liberación de los animales no humanos. Inquiriendo acerca de la obediencia acrítica, del inexistente debate en contextos veganos y antiespecistas frente a las vacunas contra el virus Covid-19 y la experimentación animal inherente a éstas, expone un panorama en el que el veganismo radical se hace fundamental. Una necesaria voz que desde una óptica antiespecista nos recuerda quiénes son las víctimas que injustamente padecen a causa de nuestro acomodo, aún siendo "veganos": los demás animales.

Introducción y traducción a cargo de Romina Kachanoski.

Especismo Experimentación Animal Revista Crisálida
HIDDEN/ We Animals Media
por Adriano Fragano | 3 marzo 2022

INTRODUCCIÓN

Por: Romina Kachanoski


El artículo que presento a continuación fue escrito por Adriano Fragano, uno de los máximos exponentes del antiespecismo italiano y, sin lugar a dudas, una de nuestras mentes brillantes del antiespecismo actual. Se trata de un artículo maduro y sagaz que visibiliza un debate silenciado: la posición vegana y antiespecista en tiempos de pandemia.


El autor ilustra con precisión la fragilidad actual del veganismo y del antiespecismo italiano. Pero simultáneamente y de un modo genérico, la fragilidad generalizada de un movimiento que no lo termina de ser. En tiempos de pandemia, frente al silencio, el tabú, la ausencia de debate y las evidentes recaídas en una visión especista, el texto reaviva el espíritu crítico que por definición caracterizan al ambiente vegano y antiespecista, ofreciendo herramientas de afrontamiento para períodos críticos como el que estamos viviendo.


Por un lado, podemos acercarnos al artículo desde la observación imparcial y crítica de quien mira de reojo una realidad lejana, aunque tal vez no tan diversa, con el fin de contemplar «la situación italiana» como un caso particular o forma específica de gestión antiespecista en tiempos de pandemia. Quizás una ventana al futuro para algunos frentes antiespecistas que hoy dan sus primeros pasos. Un texto dotado de recursos para evitar errores y anticipar obstáculos. Por otro lado, el artículo es también, sobretodo, la propuesta de un retorno a las raíces del veganismo, a sus orígenes éticos, que busca superar la crisis actual generalizada y manifiesta no solo en Italia sino simultánea en otras partes del mundo. Tal y como señalara Fragano con posterioridad a la publicación de su artículo: «si hubiese existido un debate público sobre la pandemia, probablemente se habrían podido individuar soluciones alternativas válidas a cuanto está ocurriendo». Y, de hecho, tal vez no se habría visto en la triste necesidad de dirigirse a «una minoría dentro de la minoría».

 


Un reciente artículo publicado en el sitio web de la asociación The Vegan Society, ilustra el resultado de una encuesta estadística realizada por la misma asociación a una muestra de personas humanas veganas británicas respecto a su actitud sobre la llamada “vacuna” contra el virus Covid-19 [1]. El título del artículo es revelador: "El 87% de los veganos del Reino Unido recibieron al menos una dosis de la vacuna contra el Covid-19", y en referencia a los sujetos entrevistados se declara que:


“Solo el 4% afirmó no estar vacunado y que no lo hará. El principal motivo alegado por quienes no quieren vacunarse es el miedo o la desconfianza sobre la seguridad de la vacuna (58%). El 35 % quiere esperar a que se disponga de mayor información y el 29 % no cree que la vacuna funcione. El 23% de este grupo señaló razones éticas”.


Así que, haciendo algunos cálculos, según esta encuesta realizada a una muestra de 1.500 personas humanas de entre 16 y 80 años que se definen como veganas, los individuos que expresan críticas u objeción a las "vacunas" por motivos éticos son el 23% del 4% del total, es decir menos del 1% de las 1.500 personas humanas entrevistadas. Esto significa que el 99% restante se presume no tiene reparos éticos sobre las vacunas. Desde luego, entre la masa de sujetos vacunados también existen quienes a pesar de mostrar oposición tuvieron que vacunarse por motivos personales vinculados, por ejemplo, a condiciones particulares de salud, familiares u otras.

Con el entendimiento de que tales situaciones, que se podrían definir de fuerza mayor, deben considerarse excepciones, concentrémonos de nuevo en los resultados estadísticos de mayor interés: según la Vegan Society, menos del 1% de todas las personas humanas entrevistadas, que se consideran a sí mismas veganas, declararon su oposición a la vacunación por razones éticas (es decir, principalmente porque tales fármacos fueron intensamente experimentados en Animales).

Teniendo en cuenta que actualmente en ese país no están en vigor todas las absurdas restricciones a la libertad individual que en cambio sí se han impuesto en Italia, cabría pensar que aquí la situación en ámbito vegano podría ser incluso peor. También es cierto que hay que demostrar la fiabilidad y objetividad de estas estadísticas (considerando que a estas alturas las encuestas estadísticas generalmente se conciben y utilizan para influenciar y no para informar), por tanto es legítimo estimar que la situación podría ser mucho mejor (y yo considero que lo es); en cualquier caso, está claro que dentro de la minoría que representa el ámbito vegano en la sociedad humana especista, quienes expresan críticas, dudas o se oponen con convicción a las vacunas por razones éticas son una pequeña parte: por lo tanto, a todos los efectos, una minoría dentro de la minoría.

Esta gravísima realidad lleva a considerar un hecho inequívoco: la falta de una crítica seria y estructurada de la situación (de emergencia sanitaria, social, cultural y de atentado a las libertades individuales) por parte de sujetos que afirman adherirse a la filosofía vegana y/o a aquella antiespecista, les coloca al mismo nivel que aquellos que aceptan acrítica y sumisamente cada situación que les impone la sociedad en la que viven. Estos últimos van mucho más allá del simple conformismo, renunciando a toda iniciativa, hasta dejar a un lado cualquier duda razonable, rechazando lo que no puede ser asimilado por la norma y los valores establecidos y dictados por la sociedad y las instituciones (sean estos políticos, sociales, religiosos o morales). Estamos hablando de un fenómeno de masas posibilitado por una tipología de individuos que pueden ser correctamente definidos como sujetos normopáticos.

La tendencia a ajustarse a la mayoría, descuidando el desarrollo de cualquier pensamiento crítico autónomo, ha sido definida como normopatía por Joyce McDougall y Joseba Atxotegui [2]. Para comprender mejor el fenómeno, resulta útil citar al psicólogo argentino Enrique Guinsberg que habla del sujeto normopático como de “aquel que pasivamente acepta como principio todo lo que su cultura le indica como bueno, justo y correcto, sin atreverse a cuestionar nada y a menudo ni siquiera pensar en algo diferente excepto para juzgar críticamente a quien lo hace e incluso condenarlo o aceptar que lo condenen" [3]. El aspecto de este fenómeno que más interesa es sin lugar a dudas el de la normopatía social producida e inducida por la sociedad, sobre todo a través de los potentes, persuasivos y aterradores medios de comunicación de masas y de las instituciones. Merece la pena citar la consideración del psicoterapeuta Michele Iannelli que a este respecto escribe:


"La normopatía social viene impuesta por fuerzas oligárquicas que hacen del beneficio propio la única razón de vida, mezquina y criminal. El objetivo, perseguido con obstinación en todos los campos, consiste en derrocar y reemplazar el conjunto de características y capacidades naturales del individuo y de la colectividad para operar a través de un sentido común genuino y auténtico. Ese tipo de sentido común que permite evaluar y distinguir lo lógico de lo ilógico, lo oportuno de lo inoportuno, lo justo de lo injusto, lo sano de lo insano, la luz de la oscuridad, la esperanza de la desesperación, el bien común de la carnicería social, el conocimiento verdadero de las mentiras."[4]


Lo descrito conduce inevitablemente a una pregunta: ¿cómo es posible que personas humanas que afirman compartir (y vivir) una visión radical, crítica y alternativa a la sociedad especista como lo es el veganismo, se hayan alineado con este comportamiento? El tema es complejo y las razones que explican este comportamiento son definitivamente numerosas, no obstante, me gustaría destacar cuatro de ellas exponiéndolas a continuación.


1) La comprensión errónea o superficial del mensaje vegano

Un problema de larga data que atañe no sólo a la superficialidad de quienes trataron de comprender como máximo las prácticas éticas (y ni siquiera todas) y no a la filosofía vegana, sino que interpela directamente a sujetos, grupos y asociaciones veganas que durante décadas han promovido una idea de veganismo parcial, simplista o incluso infantil. En esencia, la idea de que se puede llegar a ser una persona humana vegana simplemente reemplazando los productos de uso común por otros que no impliquen el uso de ingredientes animales, sin cuestionar nuestro modelo de vida (en pocas palabras, el método propuesto por Gary Yourofsky). Una idea fundada exclusivamente en la dimensión vegana práctica, alejada de cualquier profundidad teórica, de cualquier crítica social y posición política: centrada en el criterio del cambio mecánico, fácil e indoloro. Una idea despojada de responsabilidades que ha formado a generaciones de personas humanas veganas ficticias.


2) El distanciamiento del veganismo por parte de algunas franjas del mundo antiespecista

En los últimos años han sido numerosas las voces del campo antiespecista que se han alzado contra el veganismo: concebido como solo una única práctica apolítica y no como una filosofía, considerado demasiado simple y desprovisto de consistencia teórica. De este modo, muchas personas humanas antiespecistas han terminado por alejarse del ejercicio práctico continuo de (auto)crítica que genera el veganismo, absolutamente indispensable para una lucha de liberación eficaz, concentrándose exclusivamente en cuestiones teóricas cada vez más alejadas de la vida cotidiana, de la coherencia individual y en definitiva también de la cuestión animal. Sin duda un error dramático y con consecuencias aún no del todo imaginables.


3) La incoherencia extendida en el entorno vegano y antiespecista

No siempre es posible hallar una justificación aceptable sobre el comportamiento de quien definiéndose como persona humana vegana o adhiriendo al antiespecismo, sostiene en la vida cotidiana conductas claramente contrarias a estas ideas, demostrando en la práctica someterse al modelo especista propuesto por la sociedad humana. Comportamientos que no dependen de las adversidades o vicisitudes de la vida, sino más trivialmente de la falta de voluntad, seriedad y coherencia, lamentablemente están muy extendidos en estos ambientes, incluso entre quienes menos se lo espera.


4) El silencio de muchas figuras públicas de referencia

En estos últimos años caracterizados por la pandemia del Covid-19, se ha asistido a una especie de retirada de la vida pública de muchas figuras de referencia teórica del ámbito liberacionista y en particular antiespecista. La ausencia de una toma de posición (o en algunos casos incluso de adhesión) por parte de estas figuras respecto a las imposiciones que han limitado enormemente las libertades individuales humanas en nuestro país, han contribuido a establecer un clima de incertidumbre, decepción y confusión que ha agravado las divisiones ya presentes. Acerca del por qué de tales comportamientos se podrían escribir ríos de palabras, pero al menos queda claro que muchas veces el ambiente vegano y antiespecista ha apostado por las personas humanas equivocadas.


Por tanto, el conformismo y la normopatía social que hoy más que nunca caracterizan a la sociedad humana, se propagan rampantes también en ámbito vegano y antiespecista, provocando una serie de comportamientos a estas alturas conocidos, que son parcial o totalmente incoherentes con las posiciones éticas que caracterizan a estos ámbitos. Un resultado es aquel 99% de personas humanas veganas del que habla el artículo de la Vegan Society. La emergencia sanitaria, y sobre todo aquella social y civil de estos últimos años, ha puesto de manifiesto qué poco se ha entendido y asimilado el radical mensaje vegano y antiespecista por parte de quienes afirman promoverlo, permaneciendo vivo solo en una pequeña minoría que hoy se muestra fuertemente aferrada a sus valores y por tanto más aislada que nunca.


Dicho esto, ¿con qué espíritu puede pensar quien se reconoce en esta minoría dentro de la minoría, no sólo acerca de su propio futuro, sino también en los valores a los que adhiere ideal y prácticamente? Por supuesto, el pesimismo o incluso el abatimiento puede ser la reacción más natural, pero me gustaría tratar de brindar un enfoque alternativo y positivo al problema. Cuando a mediados de los años 40 del siglo pasado Donald Watson decidió separarse de la Vegetarian Society inglesa (por razones abiertamente éticas) y fundar una nueva entidad que tomaría el nombre de The Vegan Society, formaba parte de un diminuto grupo de tan solo seis sujetos humanos, que se reunió por primera vez en Londres con motivo de la fundación de la nueva asociación. Un grupo que a pesar de la manifiesta oposición de la Vegetarian Society, de las enormes dificultades de tener que vivir –en aquella época– en una sociedad humana especista y de la tragedia de la guerra en curso, decidió emprender un camino de concienciación y coherencia que ha llegado hasta nuestros días. Un camino de desobediencia, de no uniformidad, de rechazo a las fáciles soluciones impuestas, estandarizadas y normalizadas, que preveía la explotación sistemática de los Animales para nuestro uso y consumo; ciertamente un camino difícil, derivado de una nueva ética de la vida basada en el respeto por la alteridad y la justicia interespecífica. Incluso en aquel momento esas seis personas humanas podrían haber sucumbido fácilmente al pesimismo y a la desolación ante el mero pensamiento del inmenso trabajo y las dificultades que les aguardaban, pero no lo hicieron y la filosofía vegana (aquella original, ciertamente no sus vergonzosas aberraciones) comenzó a crecer y se extendió por el mundo entero.

El espíritu pionero de aquella pequeña vanguardia podría servir de inspiración para buscar hoy nuevos modos resilientes: en efecto, parece que nos hallamos como entonces en el año cero, en lo que se refiere a la propuesta ética vegana original (en aquel entonces como ahora considerada extrema y antisocial), porque nunca como en estos últimos años es evidente la gran diferencia que existe entre un veganismo reformista o incluso de fachada y un veganismo radical. El primero está bien representado por la actitud de lo que queda de la Vegan Society de los orígenes: servil y adherida a las directivas (no sólo sanitarias) impuestas por las instituciones especistas. Una posición que no toma en consideración ni remotamente la posibilidad de alternativas, que no formula críticas, dudas o preguntas, que no se opone en ningún caso; por el contrario, en este contexto hay quien incluso estigmatiza o ridiculiza a quien no se adaptan al comportamiento de la masa. El segundo está claramente representado por aquel 1% de sujetos veganos que se declaran contrarios a las llamadas vacunas por razones éticas: una oposición fruto de la coherencia, la reflexión, una actitud crítica y una libertad de pensamiento evidentemente cada vez más rara e incómoda.

También hoy, como entonces, se necesita una buena dosis de coraje, autonomía de pensamiento, una marcada capacidad de resiliencia y una red de contactos para un apoyo moral y práctico indispensable. El veganismo radical, aquel de los orígenes y de las grandes cuestiones éticas, con su visión crítica y desobediente, es capaz de brindarnos todas las herramientas necesarias para combatir eficazmente la normopatía que nos atenaza, salvaguardando nuestro sentido crítico, preservándonos de una sociedad lobotomizante y del aniquilamiento en marcha de cualquier propuesta cultural alternativa a la existente.

Un veganismo radical como antídoto a la locura de masas que estamos viviendo, que nos permita como individuos todavía distinguir lo justo de lo injusto, puede ser considerado realmente como una propuesta no sólo sensata, sino salvadora.


Concluyo dedicando este texto a las personas humanas veganas que, a pesar de las grandes dificultades, con tenacidad mantienen la coherencia de sus prácticas con sus propios principios, desobedeciendo también en esta época de pandemia, y que por ello tienen todo mi aprecio y gratitud.


Un veganismo radical como antídoto a la locura de masas que estamos viviendo, que nos permita como individuos todavía distinguir lo justo de lo injusto, puede ser considerado realmente como una propuesta no sólo sensata, sino salvadora.
 

Texto publicado originalmente en italiano en la Revista Veganzetta. Fragano, A. (2022, febrero 12). Minoranza nella minoranza: Il veganismo radicale come antidoto alla normopatia. Veganzetta. https://www.veganzetta.org/minoranza-nella-minoranza-il-veganismo-radicale-come-antidoto-alla-normopatia/


Adriano Fragano

Licenciado en Ciencias Naturales por la Università degli Studi di Padova (Italia), departamento de biología, especialización botánica; escritor, conferencista, activista y divulgador del veganismo, el antiespecismo y la liberación animal. Cofundador del proyecto publicitario de contra-información Campagne per gli animali (2005). Fundador de la revista antiespecista Veganzetta (2007) y del proyecto Manifiesto Antiespecista (2007). Autor y coautor de numerosos artículos y libros entre los cuales ‘Disobbedienza vegana. Ovvero il veganismo come potrebbe essere’ (2018). Gestiona un pequeño bosque natural que plantó dedicado a las plantas y animales.


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Publicado bajo licencia internacional de Creative Commons (CC BY-NC-ND 4.0)

 

Notas


1. c.f. The Vegan Society. (2021, diciembre 7). 87% of UK vegans have had at least one dose of Covid-19 vaccine. https://www.vegansociety.com/news/news/87-uk-vegans-have-had-least-one-dose-covid-19-vaccine

2. Atxotegui, J. (1982). Tortura y psicoanálisis. En J. de la Cueva, JL Morales y otros, Tortura y sociedad (pp. 173-194). Revolución.

3. Guinsberg, E. (2001). La salud mental en el neoliberalismo. Plaza y Valdés, pp. 49-50.

4. Iannelli, M. (2019, abril 9). Normopatia: un soffocante e velenoso grigiore al servizio delle oligarchie. www.psicoterapiaolisticaroma.it/normopatia-un-soffocante-e-velenoso-grigiore-al-servizio-delle-oligarchie

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