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¿Por qué los activistas por los derechos de los animales son aún los “huérfanos de la izquierda”?

Intenso debate presentado por el autor Will Kymlicka acerca de la postura asumida por los integrantes de los movimientos sociales de reivindicación humana frente a la opresión que los humanos ejercemos sobre los demás animales. Un llamado a la reflexión por parte de quienes componen estos movimientos y a tomar una posición clara y contundente por parte del movimiento antiespecista, cuestionando de base el supremacismo humano y haciendo evidente la inevitable estructura análoga entre el especismo y cualquier otro sistema de dominación.

Daniel Turbert / The Sentient Project
por Will Kymlicka | 29 junio 2021

En la novela de Blair French escrita en 1998 The Ticking Tenure Clock, el personaje central, un joven profesor de ciencia política, lucha para terminar un libro sobre los “Huérfanos de la izquierda”: los activistas de derechos animales. Según French, los activistas por los derechos animales en los noventas se veían así mismos como parte de una gran familia progresista que buscaba proteger al más vulnerable de la explotación del poderoso. No obstante se sentían también repudiados por los otros miembros de esa familia.


Veinte años después, la situación permanece inalterable. Los defensores de otros movimientos por la justicia social expresan con frecuencia apoyo entre ellos – las organizaciones feministas a menudo respaldan al movimiento Black Lives Matter, o al movimiento por los derechos de los inmigrantes, o también con los colectivos que luchan por los derechos de la comunidad LGTBI- pero los grupos por los derechos animales permanecen fuera del círculo de solidaridad progresista. Como anota Aimée Dowl “Ninguna de las principales organizaciones feministas en los Estados Unidos dedica comités, espacios de internet, o tiene políticas que se ocupen de cuestiones de derechos animales”. También John Sanbonmatsu indica, “La izquierda con unas pocas excepciones ha visto históricamente la violencia humana contra otros seres con indiferencia”.

Esta indiferencia ha sido una fuente de frustración y asombro para muchos activistas de derechos animales. La instrumentalización de los animales en nuestra sociedad hace posible una serie de placeres- a menudo placeres relativos a lo que comemos y vestimos- que son centrales en la identidad de las personas. Así que incluso cuando las personas se dan cuenta de que el tratamiento que se les da a los animales en nuestra sociedad es moralmente sospechoso, se emplean varias técnicas de “desconexión moral” para poder apartar la mirada del problema.

Hay, sin embargo, algo más profundo que el egoísmo y la desvinculación moral en la resistencia de la izquierda a los derechos animales. Abanderar esta causa podría no sólo cambiar las identidades de la gente y estilos de vida, sino también un pilar filosófico de la política de izquierda: el “humanismo”.

El humanismo aquí es la idea de que el mérito de ser humano consiste precisamente en diferenciarse de la animalidad. Es por ello que somos diferentes y superiores; somos animales con valor inherente y poseemos derechos básicos. Lo que hace a las vidas humanas valiosas no es nada que tengamos en común con los otros animales. Más bien, nuestra valía está en las “características distintivamente humanas” como la racionalidad, la moralidad, o la autonomía.

En esta narrativa humanista, el respeto por la dignidad humana consiste precisamente en tratar a los humanos mejor que a los animales. A la inversa, violar la dignidad humana es definido como tratar a alguien “como un animal”. Así entonces, el humanismo está ligado a la jerarquía de especies: se trata de elevar al humano por encima del animal. Un término más exacto podría ser “supremacismo humano”. El Supremacismo Humanista por supuesto no es exclusivo de la izquierda. Se encuentra en todo el espectro político de Occidente, con profundas raíces en la tradición Judeo Cristiana. En muchos sentidos es simplemente una versión secular de unas ideas religiosas de vieja data en las que sólo los humanos han sido creados a la imagen y semejanza de Dios. Sin embargo el compromiso de la izquierda hacia el humanismo ha sido fortalecido por el rol central que jugó la deshumanización en la lucha por la justicia social en el siglo XX.

En efecto muchas de las grandes injusticias del siglo XX involucraron deshumanización- tratar a los judíos, negros, inmigrantes, gente gay, aquellos con discapacidades, y otros grupos minoritarios como menos que humanos. Y la evidencia creciente en las ciencias humanas confirma que muchos de los grupos en la sociedad continúan siendo deshumanizados, no en el sentido literal de que no son vistos como miembros de la especie Homo sapiens, sino en el sentido de que se cree, tienen menos probabilidades de poseer características “distintivamente humanas” que supuestamente nos diferencian del resto de animales. Específicamente algunas minorías aún hoy son vistas como gente impulsada por instintos básicos, que nos son comunes con los animales- como el placer o el miedo-, pero menos tendientes a mostrar sentimientos distintivamente humanos como culpa o gratitud. Esto nos lleva hacia la discriminación y el prejuicio. Pero también vuelve a las minorías vulnerables a la violencia desde que asumimos que, así como los animales, necesitan ser controlados por la fuerza.

Enfrentar la deshumanización es entonces un desafío primordial para la izquierda. Y se asume ampliamente que la supremacía humana es una herramienta esencial en esa lucha. El mejor camino, y pareciera que el único camino para combatir la percepción de que algunos grupos no son completamente humanos está en enfatizar la diferenciación entre humanos y animales: esto es reafirmar la sacralidad de lo humano. Esta creencia de que el supremacismo humano ayuda a combatir la deshumanización apunta a varias de las estrategias escogidas por la izquierda desde la Segunda Guerra Mundial. Como Claire Jean Kim ha mostrado, el movimiento Afro Americano por los derechos civiles tomó una decisión deliberada en los años 50 apuntada a sacralizar la línea de las especies como un recurso para combatir el racismo deshumanizante. La sociedad americana fue acusada de tratar a la gente negra como si fuesen animales. Y la mayoría de los movimientos por la justicia social de los años 60 siguieron de ahí en adelante la misma estrategia humanista, incluyendo aquellos que buscaban defender los derechos de las mujeres, de las personas homosexuales, o de las personas en condición de discapacidad.

Es por esto que los activistas por los derechos animales han permanecido huérfanos dentro de la izquierda. El argumento por antonomasia para los derechos animales depende en gran medida en enfatizar constantemente cualidades que nos son comunes a humanos y animales; mientras que los derechos de los grupos deshumanizados dependen de enfatizar radicalmente las diferencias entre humanos y animales.

No es fácil ver cómo este abismo puede ser superado. Pero hay ahora un creciente interés en encontrar la forma de solucionarlo.

El supremacismo es difícil de defender en nuestro mundo post Darwin. La teoría de la evolución de Darwin mostró que los humanos y otros animales somos consistentes en relación a nuestros intereses y capacidades. Si los humanos comparten ancestros con otros primates, y si compartimos el 98% de nuestro ADN con los chimpancés entonces lo que sea que haga nuestras vidas humanas valiosas o dignas de respeto ciertamente tiene paralelos en las vidas de otros animales.

Una segunda razón para superar la brecha es el reconocimiento de la izquierda de que la producción de alimentos a base de la explotación de los animales es una catástrofe ambiental cuyos costos son asumidos desproporcionalmente por los sectores menos acomodados. Así que la izquierda necesita superar la transición de la carne hacia dietas basadas en plantas: tenemos entonces que desligarnos de los placeres que derivan del complejo de la ganadería industrial. Pero pareciera que la razón mas importante para construir acercamientos es que el supremacismo humano podría no ser una estrategia efectiva para combatir la deshumanizacion en absoluto.

Hay evidencia creciente que demuestra que la creencia de una superioridad humana y de una jerarquía entre especies agrava antes que aliviar el problema de la deshumanizacion. Entre más la gente crea que los humanos son superiores a los animales más proclives son a deshumanizar a ciertos grupos humanos tales como inmigrantes, mujeres o minorías raciales.

Curiosamente el vínculo entre la jerarquía de especies y la deshumanizacion es causal y no solamente correlacional. Por ejemplo, cuando a participantes en estudios se les da una noticia de un periódico a cerca de la superioridad de los humanos sobre los animales el resultado es la expresión de un mayor prejuicio ante otros grupos humanos. En contraste aquellos a quienes se les suministra un artículo de un periódico sobre la evidencia de que los animales son afines a los humanos en la posesión de rasgos valiosos y emociones, se vuelven mas cercanos a aceptar la igualdad entre diferente grupos de humanos. En pocas palabras, reducir el estatus que nos divide entre humanos y animales ayuda a reducir el prejuicio y contribuye a fortalecer la creencia en la igualdad entre humanos.

Esto sugiere que el supremacismo humano no es solamente innecesario para contrarrestar la deshumanizacion sino que de hecho es contraproducente. Lo que implica que traer a colación los derechos animales a los movimiento de derechos sociales es una buena idea. No necesitamos el sacrificar a los animales y sus derechos a fin de defender los derechos y la dignidad de las mujeres, las minorías raciales o las personas en condición de discapacidad. De hecho la lucha contra la jerarquía de las especies y la lucha contra la jerarquía entre humanos son mutuamente respetables y afines , y de ninguna manera una le resta a la otra.

Por supuesto que como cualquier otra reunificación familiar luego de un largo periodo de alejamiento, esto requerirá un montón de buena fe y trabajo duro.

Si los movimientos por la justicia social han estado tan dispuestos a sacrificar a los animales, es también cierto que algunos grupos de activismo por los derechos animales han adoptado retórica y estrategias que reproducen el sexismo, el racismo o tópicos similares.

La defensa de los derechos animales debe reconocer y ser responsable por su impacto en las jerarquías raciales y de género, así como de igual manera el activismo por la igualdad de género y raza debe reconocer y rendir cuentas sobre sus efectos sobre los animales. Establecer esta ética de la mutua confianza puede ser difícil, pero si los derechos animales permanecen huérfanos dentro de la izquierda será desastroso no solo para los animales sino para los humanos y el planeta.

 

Traducido por: Igor Artiguez y Nathalie Murcia (con permiso del autor).


Will Kymlicka

Director de la Cátedra de Investigación en Filosofía Política de Canadá. Es autor de Multicultural Citizenship y coautor junto con Sue Donalds de Zoopolis: A Political Theory of Animal Rights.


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Publicado bajo licencia internacional de Creative Commons (CC BY-NC-ND 4.0)

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